Importante Poncho de Argollas
Campo azul añil, íntegramente ornamentado con diseño de argollas realizadas con técnica de amarras. Un total de 54 argollas de tamaño menor y una argolla central enmarcando la boca del poncho.
Perteneció a la colección de Don Fermín Muñoz y fué regalo del Cacique Namuncurá (abuelo de Ceferino), en agradecimiento y amistad.
Se conocen escasos ponchos de argollas, entre ellos el del afamado cacique Cipriano Catriel. La calidad de tejido y la gran cantidad de argollas nos hace pensar también en una importante jerarquía y rango, inclusive mayor a la de su reconocible dueño, Manuel Namuncurá.
S. XIX
170 cm. x 126 cm.
Provenance: Ex-colección Don Fermín Muñoz. Foto-certificado de procedencia expedido por la familia, atestiguando como llego el poncho a su abuelo.
Foto: Manuel Namuncurá y sus hijos Julián (izquierda) y Ceferino (derecha).
Fuente: Archivo General de la Nación (Argentina). 1905
– Colección privada – 🔴
Fermín Muñoz
“…Nacido en Buenos Aires el 7 de julio de 1839, Fermín tenía una importante formación educativa para la época. Había estudiado en el Colegio de Belisario Montero adquiriendo una sólida formación que lo llevó a ser un lector apasionados y un estudioso permanente en busca de soluciones a los problemas del país. Era descendiente de un personaje real y novelesco, el coronel Pablo Muñoz, quien en agosto de 1826 rechazó en forma heroica, y con muy pocos hombres armados (fue herido en una pierna), un intento de desembarco en la costa de Magdalena de tropas del imperio brasileño en el contexto de la guerra con las Provincias Unidas del Río de la Plata, conflicto bélico que le costó la presidencia a Bernardino Rivadavia, reemplazado luego por Vicente López.
A la caída de Juan Manuel de Rosas, la familia Muñoz con el joven Fermín se trasladó a las costas del arroyo El Moro (hoy partido de Lobería) donde se afincan y más tarde, en 1872, se van más al sur arrendando tierras al Estado para fundar en Coronel Dorrego el establecimiento La Flor del Perdido. Con un poco más de 30 años, Fermín se transforma en un referente obligado de la zona, en aquellos años es tomado prisionero por los indios, pero logra escapar. A pesar de ese mal momento vivido con el tiempo construyó una relación pacífica y amistosa con las comunidades indígenas de las que aprendió su idioma siendo muchas veces su interlocutor en momentos de enfrentamiento o negociaciones con las fuerzas nacionales. Los caciques Namuncurá y Raninqueo le profesaron su amistad a tal punto que este último le confió el cuidado de su tribu de más de 300 almas cuando cayó prisionero del Ejército. Una noche una mujer india con su hijo en brazos fue hasta la puerta de su casa a pedir ayuda. Su bebé estaba enfermo, tenía fiebre, la situación empeoraba a medida en que pasaban las horas. Entonces, Fermín los alojó y le dio atención por varios días hasta que el niño y su madre pudieron volver a la tienda. Se llamaba Ceferino y quizás por ese hecho del destino es que años después, Fermín lo acompañó a Buenos Aires para que pudiera comenzar sus estudios.
Por sus conocimientos del lugar y sus vínculos con los pobladores originarios, el gobierno nacional lo nombró coronel de Guardias Nacionales y Juez de Paz. Así, La Flor del Perdido quedó como referencia obligada, la parada de las mensajerías de la época las que conducían no solo pasajeros y carga sino también la correspondencia del Correo Nacional…”
Claudio R. Negrete
Periodista. Bisnieto de Fermín Muñoz y su biógrafo.
Manuel Namuncurá
Manuel Namuncurá (nacido en la región de la Araucanía, Chile, hacia 1811 y fallecido en San Ignacio, Neuquén, Argentina, el 31 de julio de 1908) fue un destacado lonco mapuche, coronel del Ejército Argentino y heredero del legado de su padre, el célebre cacique Calfucurá. Su nombre completo se deriva del mapudungun “Namunkura,” que significa “pie de piedra” (de namun “pie” y kura “piedra”).
Pasó su infancia en las montañas cercanas al río Llaima, en los faldeos de los Andes, y fue parte de la tribu llaimache (gente del río Llaima), junto con su padre. En 1831, se trasladó al actual territorio argentino. Como embajador de su pueblo, firmó varios tratados de paz con el Restaurador de las Leyes, Juan Manuel de Rosas. En 1854, fue bautizado en Paraná (Entre Ríos), recibiendo el nombre cristiano de Manuel, con Justo José de Urquiza como su padrino. En ese mismo acto, juró lealtad a la Constitución Argentina de 1853.
En junio de 1873, tras la muerte de su padre, Manuel asumió el liderazgo de la Confederación de las Salinas Grandes, la cual incluía no solo a los mapuches, sino también a los ranqueles. Su mandato se extendió por las tierras del centro de la provincia de Buenos Aires, que fueron devastadas por sus tropas en varias incursiones. En 1875, con una fuerza de entre 3500 y 4000 guerreros, encabezó una serie de ataques que asolaron estancias entre Tres Arroyos y Alvear, saqueando localidades como Tandil, Azul y Tapalqué, y dejando cientos de muertos y prisioneros, además de robar miles de cabezas de ganado.
A pesar de ser el hijo menor de Calfucurá, Manuel tuvo que enfrentar una difícil lucha por el liderazgo de su pueblo, compitiendo con su hermano mayor, José Millaqueucurá, quien era considerado el legítimo sucesor. Tras un intenso conflicto interno y con la intervención de los ancianos, Manuel fue reconocido como líder, despojando a sus hermanos de sus cargos de poder. Ya para 1875, había consolidado su liderazgo absoluto.
Durante la Campaña del Desierto, luchó con valentía contra las fuerzas del Ejército Argentino comandadas por Julio Argentino Roca. A pesar de la fuerte presión militar, logró evadir las cacerías entre 1881 y 1884. Sin embargo, en 1882, ante el avance del ejército hacia Neuquén, envió delegados para negociar la paz, y finalmente se rindió el 21 de marzo de 1884 en Ñorquín, después de haber resistido con solo unos 300 guerreros desarmados y en condiciones precarias.
Tras su rendición, se dirigió a Bahía Blanca y luego a Buenos Aires, donde fue recibido por las autoridades nacionales. A través de sus gestiones, obtuvo tierras para su tribu en la colonia indígena de San Ignacio (Neuquén), y fue ascendido al rango de coronel del Ejército Argentino. Esto marcó el fin del conflicto con el gobierno y la integración de su pueblo con los colonos de la región.
En sus últimos años, se estableció en Chimpay, en la provincia de Río Negro, y más tarde en San Ignacio (Neuquén), donde falleció a los 97 años. Fue enterrado en el cementerio de la colonia, aunque su tumba exacta se ha perdido con el tiempo.
Manuel Namuncurá tuvo un hijo, Ceferino Namuncurá, nacido en 1886, fruto de su relación con la cautiva chilena Rosario Burgos. Ceferino, quien falleció en 1905 mientras estudiaba para ser sacerdote en Roma, fue beatificado por la Iglesia Católica en 2007.
El legado de Manuel Namuncurá es recordado como el de un líder fuerte, resiliente y pragmático, que logró la paz y la integración de su pueblo en una época de profundos cambios en la historia argentina.